Cuando lo ridículo empezó a ser cool…

 

No sé con claridad en qué momento ocurrió, pero durante el año pasado lo noté.

Estaba viendo un video de música y por dentro me preguntaba ¿Esto es en serio?.

Y ahí fue cuando me di cuenta de que estaba situado en una perspectiva errada.

Yo culpo a Youtube de esta transformación, aunque la responsabilidad no es del sitio, simplemente le tocó ser el primer medio de comunicación audiovisual masivo con verdadera interacción por parte de los espectadores.

Más allá de las llamadas telefónicas a los programas de televisión, la posibilidad de interactuar en los otros medios de comunicación audiovisual eran mínimas. Con Youtube no solo se nos abrió la posibilidad de ser los creadores de los contenidos del medio, sino que además podíamos interactuar con los autores a través de comentarios, y -lo más importante en este caso- tener una posibilidad real y clara del “rating” expresada en la cantidad de veces que un video ha sido visto.

Así, después de que por mucho tiempo en los otros medios se ignorará lo que pasaba en Internet, con Youtube se adoptó una costumbre: Cuando un video llegaba a un millón de reproducciones (eso era al principio, ahora eso no es nada) la televisión se interesaba y lo mostraba.

Siempre nos ha gustado reírnos, y qué mejor para reírse que las cosas ridículas. Así, Youtube entre muchos otros roles, asumió el de ser un “video loco” del siglo XXI, dónde cada vez que vemos a un pelotudo caerse en skate o a un gatito peleando con una madeja de lana, lo compartimos con nuestros amigos.

Y ahí comienza: Lo ridículo empieza a tener “rating”, empieza a hacerse popular. Y el proceso evoluciona, como no basta con una caída el contenido se hace más elaborado y el ridículo debe ser más ridículo para lograr la misma impresión, y las visitas a los videos aumentan, y de pronto, el gordito del que nos reíamos en el video es ahora famoso por las veces que yo vi el video y me reí de él.

Y esto se prolonga por un par de años hasta que finalmente la extraña idea de lo “cool” en los ’90 y a principios del siglo XXI comienza a desaparecer, para que la fama comience a ser ocupada por los ridículos.

Mientras miraba el video me preguntaba: ¿A qué hemos llegado? Pero luego vi la luz: Esto está bien.

Durante toda mi vida odie a los populares y a los “cool” por encontrarlo una postura, una “careta” como dicen los argentinos, y por fin la democratización de la comunicación ha abierto la puerta a que nos llame la atención no ese ser perfecto, sino ese ser humano, sincero, real… porque en la medida que lo ridículo comienza a ser popular cada vez nos dará menos miedo ser auténticos, ya que habremos perdido, entre click y click, sin darnos cuenta, el miedo al ridículo.

 

Fotografía de cabecera fue tomada del video «LMFAO – Sexy and I Know It» propiedad de © 2011 Interscope Records. Solo se ha usado con fines referenciales.