Los autos eléctricos no son solución de nada

 

Hace tiempo que no escribo, pero no pude dejar pasar este tema, ya que me tiene bastante harto la consigna de los “autos eléctricos”, planteados por la prensa, aceptados por el público y subvencionados por el gobierno como si fueran una verdadera solución a los problemas ambientales que sufre nuestra ciudad, nuestro país y nuestro planeta.

La semana pasada se anunció con bombos y platillos la instauración de taxis eléctricos en Santiago. Chilectra los auspicia con carga gratuita durante un año, mientras que los usuarios pagarán los mismo. El ministro del Medio Ambiente, Pablo Badenier, demostrando una ignorancia absoluta señaló: “Estos vehículos, a diferencia de los gasolineros, no tienen emisiones de gases con efecto invernadero. Es una alternativa sustentable en términos de contaminación local y también global”.

¿Acaso esos vehículos generan su propia electricidad como para afirmar que no generan gases de efecto invernadero? No. Obviamente No. En Chile la matriz energética sigue siendo principalmente alimentada por centrales termoeléctricas. Al año 2014 un 48% de la energía eléctrica que se consumía en nuestro país era generada quemando carbón, petroleo o gas natural.

Esto quiere decir que en vez de tirar humo por el tubo de escape del auto, simplemente estará tirando humo de carbón, petroleo o gas en otra parte, probablemente alguna comuna más pobre de nuestro país, lo que no es ninguna novedad, ya que es lo mismo que hacemos principalmente con todo el resto de nuestra basura. (O hacíamos hasta hace muy pocos años, ya que el tema de la basura ha mejorado bastante).

Entonces, usted paseará tranquilamente en un vehículo eléctrico que cuesta muchísimo más caro que uno a gasolina, pensando que no está contaminando, mientras sigue contaminando lo mismo… o más.
¿Más? Si, posiblemente, porque no necesariamente el proceso de generación termoeléctrica (y el traslado de la electricidad hasta su vehículo) es más eficiente que el proceso de combustión de su vehículo.

Hace un par de semanas tuve la oportunidad de estar en una conferencia con diferentes personas destacadas en el ámbito del desarrollo sustentable y me sorprendió mucho escuchar el sincero y esperanzador deseo de un asistente que dijo “Ojalá que de aquí a diez años todos tengamos autos eléctricos”.

Lo anterior solo es una demostración más de cómo el marketing verde ha logrado penetrar el imaginario hasta los sectores más ambientalistas. Y es un tema grave, ya que si tomamos las decisiones del futuro basadas en estas mentiras, no solo estaremos aumentando el problema, sino que estaremos desperdiciando una cantidad gigantesca de recursos que podríamos usar en soluciones reales.

¿Por qué?

Por el ya mencionado hecho de que la electricidad aun se genera quemando combustibles fósiles, y aumentar el consumo eléctrico solo entregará más argumentos a las compañías para devastar nuestro medio ambiente con la justificación de que necesitamos más electricidad.

Segundo, porque (como ejemplo) Santiago no aguantaría 9 millones de autos, aunque estos funcionaran a electricidad, con agua o con magia. Simplemente no hay espacio para tal cantidad de autos. ¿Por qué 9 millones? Porque supongo que si estamos planeando el futuro estamos pensando en una solución para todos y no solo para el 20% más rico que actualmente tiene automóviles.

El planeta no aguantará que cada familia tenga un automóvil, y no solo por espacio, sino porque también un vehículo requiere de mucha materias primas para ser fabricado, y no tenemos suficiente para fabricar 1.500.000.000 vehículos sin agotar todos los recursos del planeta.

¿Cuál es la solución? No es ningún secreto, las naciones inteligentes y con visión de sociedad lo saben: Un verdadero impulso a la locomoción colectiva: Calles exclusivas para el transporte público, abrir las calles para los peatones y las bicicletas, aumentar las líneas de metro, asegurar frecuencia constante de micros y buses a toda hora y todo lugar, cerrar el acceso de automóviles particulares a las puntos centrales de la ciudad, además de muchas otras alternativas enfocadas en la calidad de vida y no en crecimiento de los mercados.

Y ojalá el transporte público funcionara con energías renovables, que aseguraran su funcionamiento en el largo plazo sin destruir el planeta.