Amar la trama

 

Orientados a la meta, todo el tiempo. Objetivos. Resultados. Indicadores. Tareas cumplidas.

Como si la vida fuera una interminable lista que hay que completar.

Un cuento, que alguna vez alguien me contó y como no lo encontré en ninguna parte lo escribí. Pero no es mio.

 

El esfuerzo

Publicado originalmente en Octubre de 2012 en C.U.V.A.

Cuento de origen desconocido.

 

Cada año, poco después de finalizado el invierno, el maestro visitaba a sus discípulos que habían optado por hacer su camino de esfuerzo y meditación fuera de las puertas del monasterio, en busca de la iluminación.

El maestro caminó por la montaña hasta llegar a una cueva, en la ladera sur de una de las más imponentes cúspides de la cadena montañosa que marcaba una frontera natural hacia la civilización.

En el fondo de la caverna encontró a su primer discípulo, meditando en posición de loto, rodeado de un leve halo de luz a pesar de la oscuridad del interior rocoso.

¡Maestro! -dijo el discípulo- he meditado en ciclos de tres semanas y solo he interrumpido mi labor de contemplación para alimentarme, beber agua y dar de comer a las aves que anidaron en mi refugio. ¿Cuántas vidas de meditación me quedan para alcanzar la iluminación?

El maestro guardó silencio durante algunos minutos y finalmente le dijo: – Veo que te has abocado por completo al camino de la contemplación, solo te faltan tres encarnaciones para llegar al estado de máxima plenitud: La iluminación. El discípulo se despidió agradecido mientras el maestro emprendía su viaje hacia el desierto.

Luego de recorrer los interminables y áridos caminos del desierto durante varios días, el maestro llegó a una gran roca, donde a la sombra se encontraba su segundo discípulo, en plena meditación, contemplando el horizonte donde el desierto se fundía con el cielo.

– Gran maestro -dijo el discípulo- he meditado sin parar desde tu última visita, he comprendido el transitar de la vida y la muerte, el origen y el fin de nuestro universo, y solo he interrumpido mi labor para dar agua a un animal moribundo. ¿Cuántas vidas cree usted que me faltan para alcanzar la iluminación?.

Tras observarlo durante algo más de una hora el maestro respondió: – Estás muy cerca de poder ver más allá del velo que cubre nuestro diario existir para poder trascender hacia la iluminación. Solo te falta una encarnación más para alcanzar el estado del buda.

– Gracias por compartir tu sabiduría. – Dijo el discípulo mientras volvía a cerrar los ojos para dedicarse por completo a su tarea de meditación.

Luego el maestro, ya cansado, comenzó su camino de largos días para visitar a su último discípulo, en el medio del bosque. Un poco antes de llegar a su destino comenzó a escuchar música y a medida que se acercaba a la cabaña donde habitaba su discípulo el estridente sonido se hizo cada vez más fuerte, y cuando finalmente vio la morada del monje se sorprendió al ver gente que entraba y salia del lugar.

Al entrar a la cabaña le costó encontrar a su discípulo, ya que todo el lugar estaba lleno de hombres y mujeres ebrios que bailaban y reían. En la mitad del circulo de baile estaba el discípulo, borracho, bailando y riendo a carcajadas: – ¡Maestrrro!, ¡Que bueno que vino a verme!, ¡He estado festejando desde que me vino a ver el año pasado!.

El maestro se quedó mudo, y no alcanzó a decir nada antes de que su discípulo le preguntara: -¿Cuántas encarnaciones más me quedan para iluminarme?

Furioso, el maestro rápidamente le contesto: ¡Por lo menos mil!.

Con una gran sonrisa el discípulo celebró junto a sus invitados: ¡Eh! ¡Mil más! ¡Eh eh eh! Y comenzó a bailar con más ganas y alegría.

 

 

Fotografía de cabecera (cc) por: ~ T. Man